lunes, 8 de junio de 2009

Mi pez dorado

Tengo un pez dorado en casa. Nada feliz diariamente, se asoma al mundo exterior y no ve nada. Da vueltas eternamente en esa pecera circular, no se aburre, no se exalta, solo está. Cuanta quietud la de mi pez dorado. Le admiro por no tener la menor inquietud por salir, por ver si hay algo afuera, por probar ser diferente, por intentar no ser un pez dorado, o respirar el aire de afuera, aunque le costara la vida, pero no, el no lo intenta, no le interesa y yo le admiro. A veces choca contra el cristal, el no sabe que la pecera existe, solo nada hasta que se topa contra esa barrera transparente y da la vuelta como si nada y nada, se desliza contra el cristal, se aplasta contra el, nada, no pasa nada, que valor el de mi pez, aguantar todos los días un mundo con fronteras invisibles, nadando a ninguna parte, siempre tranquilo, siempre constante. No se muere, no es como esos peces que duran dos semanas, mi pez lleva así miles de años dando vueltas inmutable, seguro el piensa que va a alguna parte, que ingenuidad la suya, yo le observo y sonrío, mi pez se llama LA HUMANIDAD.

3 comentarios:

  1. Hmmm... no sé que pensar de este texto, es un tanto pesimista... además que me cuesta trabajo acoplar el símil de un pez dorado, apacible y apático, con la humanidad (que si bien quizás a veces es apática, poseé un frenesí muy particular, especialmente si la percibimos en una escala de tiempo cósmica). Pero en fin.

    Creo que un problema de este pez dorado es que cree que la pecera tiene dueño. Cree que puede vivir así nomás, ensuciando el agua y nadando de un lado al otro, y que en algún tiempo el dueño le sacará, lo verá con ojos de amor, cambiará el agua y no lo tirará por el retrete. Lo irónico es que si bien no sabe que hay algo fuera de la pecera (le es imposible), no le cuesta trabajo asegurar que el dueño no le es indiferente, o que no se ha ido para no volver.

    Otro comentario es que, pensando en peces, me gustaría pensar a la humanidad más como una escuela de peces nadando en una de esas corrientes submarinas. Habrá quizás un pez en millones que entienda que pasa, que trate de nadar contracorriente. Habrán peces que logren mover masas a un lado u otro, pero la escuela sigue su curso alrededor de la pecera, el océano.

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  2. Antes de llegar al final del texto del pez dorado ya me habia refeljado en su agua cristal de espejo.
    Y no creo que se deba a mi eterna empatía de historias, pues hay muchas veces que me estanco en aguas claras o turbias sin querer dejar de ser un pez dorado, dejándome chocar con barreras invisibles con ese encierro que me he creado...
    Cuando mis ojos terminan de recorer tu voz que leo y lo llamas humanidad; pienso y llego a la fantasía que soy parte de ese todo humano, que se encierra en la pecera-mundo-habitación-cuerpo.


    Tienes un don, "yo me reconozco en tí, en mí, en todos."

    TQ

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